Hace poco salió la noticia de que en el proyecto de ley de medidas urgentes de liberalización del comercio y determinados servicios «los ingenieros técnicos industriales quieren influir en la tramitación parlamentaria para que no se deje todo en manos del propietario del negocio, sino que haya el aval de un técnico». El contexto es que el Gobierno tiene que agilizar los trámites para el inicio de una actividad económica, por recomendación de la Comisión Europea. Este movimiento diplomático nos parece un atraso en esa agilidad pero también, y sobre todo, en la forma en que se hace.
Que una asociación de profesionales unidos por unas atribuciones derivadas de un título universitario se establezca como grupo de presión para influenciar al Estado y mantener atribuciones es una práctica «del viejo mundo». ¿Por qué no, al contrario, apoyar la agilización y facilitarla desde los conocimientos que ese grupo de profesionales tienen? Por ejemplo, podrían proponerle al Ministerio hacer unos manuales para que la declaración responsable de los emprendedores se hiciera más informadamente. Podrían abrir sus oficinas y dar apoyo técnico, concienciando a los emprendedores de las ventajas que da el tener ese apoyo técnico. Podrían dar cursos enfocados a cada sector de actividad, establecerse como consultores y asesosar en las mejoras paulatinas que el comerciante vaya necesitando, etc. En definitiva, hacer evidente el valor que aportan y aprender a comercializarlo de nuevas formas.
Al comentar esto en nuestro entorno próximo nos planteábamos por qué elegir la primera opción si ambas suponen trabajar duro. Pero la conclusión que sacamos es que estos profesionales prefieren trabajar duro ahora presionando, como otros muchos evitar la disipación de las rentas y mantener el monopolio, para luego trabajar en lo de siempre y firmarlo. Las alternativas supondrían trabajar duro y reinventarse ahora y siempre. Aprender a vivir arrebatados por el cambio. Esto último es lo que preferimos hacer en arrsa!
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