En varias ocasiones al presentar ante una administración o institución propuestas de actuación real sobre la ciudad o el territorio, nos hemos encontrado con la respuesta de que para poder discutir o desarrollar o aplicar el proyecto que planteamos es necesario realizar un plan previo que lo integre o contemple, o que cree las directrices entre las cuales debería insertarse dicho proyecto. Esta regresión normalmente finaliza con un aplazamiento mientras se redacta el plan que contempla el plan en el cual debe integrarse el proyecto.
Hasta ahora denominábamos esta forma de proceder con la expresiva perífrasis el plan del plan, terminología relacionada estrechamente con las actuaciones urbanísticas, y venía a representar la necesidad de contar con un planeamiento de ámbito superior para poder acometer proyectos de menor escala dentro de un ámbito concreto. Como dice Mario Gaviria en Campo, urbe y espacio del ocio (1971):
Cuando nos hemos dado cuenta de que el urbanismo como ciencia está my atrasado y que no sabemos resolver bien los problemas del casco de una ciudad con un Plan General, lo que hacemos es decir: «Vamos a ordenar el territorio y un Plan Comarcal y luego un Plan Provincial», ampliando el ámbito de estudio creyendo que se van a simplificar los problemas.
Y esto viene a significar más o menos la inmovilidad.
Ha sido tras leer el libro de Karl R. Popper La sociedad abierta y sus enemigos (el cual recomiendo fervientemente) que hemos encontrado una manera más «elegante» de nombrar a este proceso de intervención social: la ingeniería utópica. Popper lo explica en el Capítulo 9:
La concepción utópica podría describirse de la forma siguiente: todo acto racional debe obedecer a cierto propósito (…) Sólo una vez determinado este objetivo final, aunque no sea más que en grandes líneas, sólo una vez que tengamos en nuestras manos algo así como el plano de la sociedad a que aspiramos llegar, podremos comenzar a considerar el camino y los medios más adecuados para su materialización, y a trazarnos un plan de acción práctica (…)
A este procedimiento se le opone la ingeniería gradual, un procedimiento que se orienta a objetivos o problemas parciales, los cuales intenta alcanzar o resolver mediante la técnica de ensayo-error. De esta forma, en caso de que el enfoque general esté desviado, se puede corregir con menores esfuerzos. Y lo que es más importante, su puesta en carga en la realidad nos ofrece datos empíricos muy valiosos. De nuevo, Popper, hablando sobre la ingeniería gradual social referida directamente a la acción política (la negrita es mía):
(…) El político que adopta este método puede haberse trazado o no, en el pensamiento, un plano de la sociedad y puede o no esperar que la humanidad llegue a materializar un día ese estado ideal y alcanzar la felicidad y la perfección sobre la tierra. Pero siempre será consciente de que la perfección, aun cuando pueda alcanzarla, se halla muy remota, y de que cada generación de hombres (…) tienen un derecho; quizá no tanto el derecho de ser felices, pues no existen medios institucionales para hacer feliz a un hombre, pero sí el derecho de recibir toda la ayuda posible en caso de que padezcan. La ingeniería gradual habrá de adoptar, en consecuencia, el método de buscar y combatir los males más graves y serios de la sociedad, en lugar de encaminar todos sus esfuerzos hacia la consecución del bien final. (…) Es la diferencia entre un método susceptible de ser aplicado en cualquier momento de otro cuya práctica puede convertirse con facilidad en un medio para posponer continuamente la acción hasta una fecha posterior, en la esperanza de que las condiciones sean más favorables.
En aRRsa! orientamos nuestras prácticas hacia métodos que se alinean con la ingeniería gradual, es decir, hacia formas de trabajo que nos permitan la construcción de experimentos y el reajuste permanente de los elementos utilizados. Por un lado, modificando el proyecto inicial a medida que se construye, por otro, con la retroalimentación entre teoría y su aplicación práctica. Estos modos de hacer las hemos denominado de diversas maneras dependiendo del área de trabajo donde las enmarcábamos. En obra, por ejemplo, nos guiamos por la máxima Construir Constuyendo, que implica revisiones o reajustes parciales que alimentan el diseño original durante la misma ejecución. E igualmente en diversas etapas de las Consultas.
Al estar constantemente definiendo nuestro oficio a través de la práctica, son de gran utilidad experiencias donde la teoría se trata como herramienta más de trabajo, no sólo como una justificación o un marco. Esto también lo podemos observar en las líneas de investigación sobre la ciudad, en donde a través de las prácticas innovadoras podemos establecer unas terorías cada vez más arriesgadas.
Al contrario que con la ingenieria utópica en la que los experimentos deben realizarse a gran escala para obtener información del conjunto de la sociedad nosotros optamos por maximizar el alcance de nuestros proyectos y obtener datos parciales de los que aprender y poder aplicar en la siguiente práctica. En lugar de un planemiento desde el exterior en el que se dibujan elementos en un mapa fijado preferimos un modelo de acción distribuida en el territorio en el que los mapas son dinámicos.
Retomando el principio del post, lo que siempre nos extraña es la necesidad de definir hasta las últimas consecuencias el plan previo (ese «peligroso apego dogmático al plan en nombre del cual se han realizado innumerables sacrificios») o el propósito de llegar a un modelo definitivo inmóvil sólo a través del seguimiento de todos los trámites burocráticos, solicitudes, plazos, o con el nombramiento de «especialistas» y el diseño de un conjunto de reglas, un aparatoso sistema de validación para comenzar una determinada práctica que van postergando la posibilidad de experimentación. De nuevo citando un pasaje de La sociedad abierta y sus enemigos:
Lo que criticamos de la ingeniería utópica es su propósito de reconstruir la sociedad en su integridad, provocando cambios de vasto alcance cuyas consecuencias prácticas son difíciles de calcular debido al carácter limitado de nuestra experiencia. La ingeniería social pretende planificar racionalmente el desarrollo total de la sociedad, pese a que no poseemos el menor conocimiento fáctico necesario para poder llevar a buen término tan ambiciosa pretensión. Y no podemos poseer dicho conocimiento porque carecemos de la experiencia suficiente en este tipo de planificación, y nadie discute ya que el conocimiento de los hechos debe basarse en la experiencia. En la actualidad, el conocimiento sociológico necesario para una ingeniería a gran escala simplemente no existe.
02/04/2015 at 1:53 pm
Muy grande!! Me encanta ese efecto Popper empujando del platonismo que nos rodea a un epicureismo arquitectónico que siempre tuvisteis!!
02/06/2015 at 9:35 pm
¡Gracias, David! 🙂 🙂
¡Me gusta el «efecto Popper»! El libro es una maravilla, y creo que llegué a él a través de unos comentarios en vuestro blog…
Ahora toca asentar la lectura…
¡Qué bien suena lo de «epicureismo arquitectónico»! Incluso podría ser un «estoicismo constructivo». Quise enlazar el genial post que escribístéis sobre el estoicismo, para mostrar esa alineación de «las expectativas con las posibilidades que marcan las leyes naturales, el conocimiento y la tecnología disponibles en cada momento«. Sobre todo por el equilibrio dinámico al que intentamos llegar combinando recursos, normativa, disponibilidad material y tecnológica, etc. 🙂
02/08/2015 at 3:39 pm
¡Óle! Encontrar a Popper, y más ese libro, le resulta rentable a todo el mundo 🙂
02/09/2015 at 5:42 pm
¡Cierto es! 🙂 🙂