Un día en un centro app

Hoy se publica en El Correo de las Indias un post escrito a cuatro manos entre David de Ugarte y Ester Gisbert. Es el cuento de un día normal de un aprendiz en el centro que estamos diseñando insipirados en las formas de aprendizaje propias del modo de producción p2p y la idea detrás del itinerario indiano y el aprendizaje en los gremios artesanales: muchos enseñan a pocos. Una idea que ya es realidad en internet y que nosotros mismos ya hemos ensayado como profesores.

Este proyecto para un centro app aborda el reto de materializarlo también en una escuela física, «pasarlo a 3D» y hacerlo realizable. Y el cuento se convierte en una presentación del proyecto «embriagadora», como decía David, del indianus in + brig+ ic + us, aquello que te hace mirar desde lo alto.

Este pequeño ejercicio nos ha hecho ver que, poco a poco, nuestra manera de hacer arquitectura, desde los Dinamos y las Consultas hasta lo que podrían ser edificios como este centro, se parece más a la que anhelábamos. Porque podremos decir que efectivamente esa escuela y su edificio salieron de una conversación que generó conocimiento y construyó un relato a partir del cual se generaron los bocetos y finalmente los planos y hasta los detalles constructivos.

Os dejamos con Un día en un centro app «y que cada cual compare con su experiencia universitaria o su master» y los edificios y entornos donde se imparten:

La puerta principal siempre está abierta. Hoy llegué de buena mañana y la mayoría de gente estaba en la cafetería azul. Pasé de largo y enfilé hacia mi leonera: una mesa caótica en el salón penumbra. Hay quien elige tener su mesa en el gran salón soleado. Yo no soy de esos. Me inspira este lugar donde las caras parecen flotar en el aire hipnotizadas por los TFTs. Abro el portatil para buscar con calma lo último que leí esta mañana: «proyecto Dinamo», un sistema para conseguir fábricas y casas que producen el 100% de su energía.

Busco a los autores a ver si alguno ha llegado ya. El móvil me los posiciona sobre un mapa del centro en niveles. El interfaz toma la estética de la ciencia ficción ochentera: parece el ordenador de Alien. Es el nuevo vintage. Ahora está de moda.

El equipo que hace «Dinamo» son consultores aquí, así que sus avatares me salen en rojo. El más cercano está en el txokito. Un sitio en el centro que puedes reservar para cocinar con tus amigos y festejar proyectos que salen adelante. Le pregunto desde la misma aplicación si está libre y me dice que deja una merluza en la nevera y me espera en cinco minutos en la cafetería verde, la más tranquila. Al principio era una franquicia Starbucks, pero hace un año uno de los proyectos de aprendices se centró en montar algo que se adecuara más al espíritu de los que aprendemos aquí. Ahora es el sitio de moda: cascadas de enredaderas, un arroyito artificial y todo tipo de cafés, infusiones y el producto estrella llegado de Brasil, zumos de frutas granizados mezclados con mate. En los techos y los suelos pusieron otro invento nacido aquí: un «absorvedor de ruidos». No es tan efectivo como uno querría en días de resaca pero realmente hace que trabajar sea muy agradable y que casi no oigas a los de la mesa de al lado.

El paso de la sala penumbra, con sus luces tenues, apenas rotas por los leds impacientes de los ecigs, a la cafetería verde con su luz de «claro en la selva» me cierra las pupilas de golpe. Alfonso me hace una señal con la mano.

Me cuenta cómo va el desarrollo del proyecto y yo le digo que me gustaría trabajar en el software que controle los dispositivos. Están pensando que se pueda controlar desde el móvil y me doy cuenta que me falta conocimiento básico sobre ese tipo de software. Necesito algún experto que me pueda indicar un itinerario para aprender. Desde mis glasses busco en el archivo del centro y descubro que entre los aprendices y consultores del centro ya montaron ese itinerario hace unos meses ¡Perfecto! Me suscribo al canal y, de nuevo en la leonera, empiezo a reorganizar mi horario.

Me doy cuenta de que, para estructurar el calendario de trabajo, voy a necesitar ayuda de los consultores, porque esta aplicación puede tener muchas salidas comerciales. Una nueva búsqueda en la interfaz me avisa de que ahora están ocupados. Reservo para la tarde con ellos y cojo turno para el fin del día con un maestro en aplicaciones para hardware domótico: Bjorg. Miro su CV y echo un vistazo a su blog. Diseñó el sistema interactivo del aeropuerto de Frankfurt y se unió al centro hace un año. El blog está en sueco pero con el traductor se entiende bastante bien. Ahora está trabajando en aplicaciones que leen las señales públicas, redes invisibles y carteles de infrarojos para los ciegos. Una especie de Glasses para la ONCE en el que están involucrados un par de ayuntamientos importantes.

Mientras tanto, aprovecho para hacer la colada. Mi nido está a sólo dos manzanas del centro, en una casa rehabilitada de estilo colonial que ahora se alquila por habitaciones a aprendices y a las personas que trabajan en las empresas que han ido surgiendo en la zona. Son muy económicas y pueden personalizarse con frescos y muebles de cualquier estilo que pueden comprarse y revenderse en el mercado local on-line. La mía tiene lo básico, una cama, un armario y un escritorio, aunque estoy a punto de alquilar un inodoro echufable. Antes de construir el centro, estas casas estaban abandonadas. En lugar de equiparlas totalmente, se han reforzado y rehabilitado energéticamente y las tomas de instalaciones se han colocado en las fachadas. Las zonas de baños, las cocinas y las instalaciones más complejas se han agrupado en algunos nuevos edificios y en las plantas bajas. Son pequeños negocios que ofertan lo que antes estaba dentro de las casas.

Un corto paseo en bici y llego a una lavandería self-service con conexión a Internet. Mientras espero, empiezo a hacer los ejercicios del nuevo itinerario. Por el móvil me llega un aviso de Javier, uno de los coachers del centro. Ha recibido notificación de mis cambios de horario y quiere que quedemos para evaluar y hacer planes sobre mi vida.

Quedamos para comer en el parque frente al centro. Ha encargado un plato típico a una vendedora ambulante que prepara la comida en su casa y lo sirve en cualquier punto de la ciudad con motos eléctricas sin conductor. Al llegar al centro conocí a las chicas que lo desarrollaron, ahora lo están aplicando en tres ciudades africanas. Aunque la comida es caliente, resulta refrescante por su combinación de frutas y especias tropicales con carne adobada. Entre los dos vemos cómo mi nuevo aprendizaje y el desarrollo de la aplicación para «Dinamo» continúa el camino que empecé en el centro, cuando trabajé sobre interfaces para el control de drones para la agricultura. Me habla de otros aprendices recién llegados que están trabajando en la misma línea y me pone en contacto con ellos a través de su lista de correos. Esta noche quedaremos de nuevo en la cafetería azul, es el sitio preferido para empezar y terminar la jornada porque al estar en la terraza se ve el amanecer sobre el mar y el atardecer sobre las montañas que rodean la ciudad.

Ya es la hora de quedar con los consultores. Subo a la planta donde están las salas de trabajo y espero un poco frente a la puerta de la sala «Turing», parece que el grupo anterior está preparando una reunión con inversores para el día siguiente y se notan los nervios y la emoción. David me dice que pase para escuchar el ensayo general porque mi experiencia en estas reuniones puede servirles.

La verdad es que me siento útil. Javier me ha advertido contra el «empoderamiento en falso». O sea, salir de aquí canchero como si fuera una escuela de negocio de las de antes. Pero una de las cosas más motivadoras del centro es sentirte útil, siendo todavía aprendiz, en los proyectos de otros. Cuando luego salen adelante sientes que hay algo tuyo ahí también. Además, en el equipo que presenta mañana hay quien me hizo ojitos. Le pido permiso para agendas compartidas a través de la red del centro y me lo da. Cuando se van y llegan los consultores me cuesta muchísimo concentrarme pero creo que les transmito la idea con claridad suficiente como para que puedan hacerse una idea. Parece que les gusta y me da que ya están pensando en algún inversor y todo. Quedamos en un par de días para que hagan una exploración previa y me consigan videoentrevistas con media docena de empresas cuyos modelos podrían servime de guía.

Llego por los pelos a la cafetería verde y tengo la primera sesión con él. Vino ya con todo un itinerario básico, un usb con herramientas y un framework propio que por lo visto desarrollo él para este tipo de apps. El tipo es un crack, de eso no hay duda, pero no es de muchas palabras. Como mayor intimidad me cuenta que su nombre, en su lengua materna, quiere decir «oso». No puedo contener la risa, porque la verdad es que parece un oso hormiguero. Creo que no entendió nada, pero tampoco se ofende. Menos mal. Los frikis a veces somos muy suspicaces.

Cuando llego a la cafetería azul me encuentro con Javier y los nuevos aprendices que están ahora con los dronenet. Javier me pide que les cuente mi evolución desde el proyecto en el que están ellos ahora hasta «Dinamo». Estoy cansado y con tanta conversación no me ha dado tiempo a ducharme, pero me sale de un tirón. Javier sonríe. Me doy cuenta de que lo que le interesa es el relato. Que yo mismo vea un sentido en lo hecho hasta ahora. Y es que es verdad que he crecido y he aprendido como en dos vidas. Supongo que eso es lo mejor del centro. No todo el mundo tiene la suerte de estar en un sitio donde en vez 40 alumnos por clase tienes veinte consultores y coachers por alumno, donde si tienes una idea a las cuatro de la mañana puedes ir a ver a quién te encuentras para contársela sabiendo que le va a gustar discutirla y algo te va a aportar. O para jugar en una consola si estás depre ¡¡Si es que antes en esta ciudad no podías tomarte un plato de spaghetti después de medianoche!!

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